Creo recordar que era el año 1989, y mi hermano vió un cartel en un laboratorio fotográfico que decía: se necesita aprendiz.
Fui a la entrevista y días después me llamaron. Aquel lugar era para mí algo fascinante, aprendía fotografía de una manera remunerada y divertida, cortaba y empaquetaba muchas fotos, pero me lo pasaba bien.

De repente un día cambió todo el concepto sobre la fotografía, tenía 19 años, mi jefe Manuel Cabrera, me cambió de rango en la empresa y me encontré en un cuarto oscuro con una ampliadora de color Durst, filtrando en cmyk.

Un día llegó un pedido, pero no llegaba en archivadores, llegaba en cajas antiguas y con un cuidado extremo, eran placas de cristal... y poco a poco fue lo que mejor se me daba, ampliar y luego restaurar la fotografías antiguas.

Estuve muchos años trabajando para diferentes archivos valencianos, también ampliaba fotografías en papel baritado y fotográfico trabajando para los mejores artistas valencianos y nacionales, ampliando sus obras en murales que proyectábamos en la pared para luego revelar en procesador-as químicas industriales.

Siempre he trabajado con un trato muy estrecho con el cliente, sobre todo con artistas y fotógrafos.
Luego vino el mundo digital, y en los años dos mil, todo cambió, tuvimos que volver a ser aprendices,
pero esta vez, en el mundo digital.

Mi ampliadora fotográfica se había convertido en un programa, PHOTOSHOP (sin número), era algo fascinante y la vez misterioso, no sabía como íbamos a evolucionar en la fotografía digital, pero todo ha ido bien, cada día me gusta mas este programa, además, me fui dando cuenta que al tener una base analógica en fotografía todo se veía mas claro.

Treinta años después, disfruto de la misma manera.